Lo reconozco: muero por Gerhard Richter. Su obra me altera profundamente. Parece que sus cuadros me reconocen entre los visitantes y con una mano invisible me detienen la marcha. A partir de ahí, ya sólo un buen lomo ibérico (oh, yes) me hará volver a la realidad. La exposición Heroínas, repartida entre Museo Thyssen-Bornemisza y …