[Gentes del mundo, el coronavirus nos ha encerrado. Pero no sólo no podrá con nosotros, sino que vamos a aprovechar el encierro al máximo. Aquí va mi idea del día.]
Los bailes de marineros siempre han dado mucho juego. Tan guapos y bien uniformados, tan cumplidores del deber y tan disciplinados. Los de Jerome Robbins eran un poco más gamberros, y los de Balanchine más relajados.
La enorme fila de marineros de Igor Moiseyev parece sonreírte desde el escenario como dando a entender que sus camaradas no se amedrentan ante sus cuarenta horas diarias de ensayo y que entre cajas hay otros ciento cincuenta marineros dispuestos a reemplazarlos si hace falta.
Tan estremecedor como admirable.
[People of the world, the Coronavirus has locked us up. But not only will it not be able to take us, but we will make the most of the lockdown. Here’s my idea for the day.]
Sailor’s dances have always been very popular. So handsome and well uniformed, so dutiful and so disciplined. Jerome Robbins’ sailors were a little more loutish, and Balanchine’s were more casual.
Igor Moiseyev’s huge line of sailors seems to smile at you from the stage as if to imply that their comrades are not daunted by their forty hours of daily rehearsal and that in the wings there are one hundred and fifty more sailors ready to replace them if need.
As shocking as it is admirable.
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