Parece evidente que las piernas de las bailarinas cuentan entre las más sólidas -y peligrosas- del planeta. Recuerdo que una vez, siendo niña, un malentendido doméstico nos dejó fuera de casa con las llaves dentro y los cerrojos echados. Mi madre, ni corta ni perezosa, propinó una patada a la altura del picaporte que arrancó …