Las cosas se hacen o no se hacen, pero cuando uno se decide, hay que ir a por todas. Si es un ballet clásico de repertorio, pues hay que saltar, girar, quedarse en los equilibrios y todo eso, por difícil que sea.
El Ballet Mariinsky de San Petersburgo ha llegado al Liceu de Barcelona para bailar Le Corsaire y se ha plantado en el escenario con toda su parafernalia: cuerpo de baile, corifeos, primeros y segundos solistas, primeros bailarines, artistas de carácter, maestros y repetidores, tramoyistas y técnicos de todo tipo -incluidas unas sastras capaces de coser lentejuelas sin parar durante 24 horas-, sus miles de telones (pintados y con transparencias), millones de zapatillas, tutús con pelucas a juego… y hasta las fuentes del famoso Jardín Animado del final. Literalmente. Y esa orquesta, a la que no le falta ni le sobra nada, y que nos lleva a la charanga final sin pretensiones, porque con tocar todo exactamente como está en la partitura, para qué queremos más. Esto es un ballet, no una tesis doctoral en musicología.
Estaban un poco estrujados, es verdad -porque las dimensiones del Mariinsky no son las del Liceu- y sufrieron al bailar en un escenario plano, pero daba igual. En momentos así, una tiende a enorgullecerse de haber aprendido de niña a hacer un demi plié agarrada a la barra. Es pura admiración.
You can choose between doing something, or not doing it. But if you are dancing a ballet from the classical repertoire, you should know that you’ll have to jump, turn, stay in balance and all that stuff, however difficult it is.
The Mariinsky Ballet of St. Petersburg has come to the Gran Teatre del Liceu in Barcelona to perform Le Corsaire and put all the paraphernalia they need on stage: corps de ballet, coryphée, first and second soloists, principal dancers, character dancers, ballet masters, stagehands and technicians of all kinds -including some people from the costume department who are able to sew sequins for 24 hours non-stop-, plus thousands of background sets (some of them decorated and others made of see-through fabrics), millions of shoes, tutus with matching wigs… and even the fountains of the famous Jardin Animé at the end of the ballet. Literally. And the orchestra, just perfect, taking us to the finale unpretentiously, because they play everything as you can find it in the score, and that’s all we need. This is a ballet, not a doctoral dissertation in musicology.
They were a little squeezed, it is true, because the Mariinsky Theatre is quite larger than the Liceu, and the dancers weren’t too confortable dancing on a flat stage, but who cares. Sometimes, one tends to be proud of having learned how to do a demi plié as a child, holding the barre. Pure admiration.
* Photo Viktoria Tereshkina as Medora © Natalia Razina, Ballet Mariinsky. * Photo Salón de los Espejos, Gran Teatre del Liceu © Elna Matamoros, 2011.
Se me ha quedado corto, quiero másssssssssss, más crónica, más crítica, más, más, más…
LikeLike
Gracias, Anabel! A mí también se me hicieron cortos los tres actos de Le Corsaire… hubiera querido un bis!
LikeLike
Que pena no haberlo visto :-(…pero, jope que bien escribes amiga!!!
LikeLike