Esto de escribir también tiene sus ratos de tristeza. Por ejemplo, cuando te piden un obituario. Porque además, cuando te cae uno, suele ser porque o bien se trataba de alguien cercano, o bien de alguien muy admirado. Y no sabes ni por dónde empezar.
En este caso, fui yo misma quien dio la voz de alarma en la revista Por la Danza. Llegué a San Petersburgo y lo primero que me dijeron al pisar el Mariinsky fue que a Ninel Kurgapkina le había arrollado un tren volviendo a su casa. El ambiente en el teatro era de tristeza y de preocupación, ya que Ninel seguía en activo y era la repetidora de Obraztsova o Nioradze, que de pronto se habían quedado huérfanas de correcciones.
Ponerse con un obituario tiene siempre algo de mal trago, pero sobre todo, y cuando se trata de alguien como Kurgapkina, el trabajo se convierte en un orgullo y una tremenda responsabilidad. Al menos así ha sido siempre para mí.
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The work of writing can bring you some moments of sadness, too. For example, when you’re asked to write an obituary. Because usually, if you have to do it, it’s because either he/she was someone close to you, or someone that you admired very much. And then you don’t even know how to start.
This time, it was me who gave the alarm to the magazine Por la Danza. I arrived to St. Petersburg and the first thing I heard as I got to the Mariinsky Theatre was that a train had run over Ninel Kurgapkina as she was getting back home. The atmosphere at the Mariinsky was full of sadness and concern, as Ninel remained active and she was the coach of Obraztsova and Nioradze, which were suddenly missing her corrections.
When you get an obituary to write it’s somehow a rough experience, but most of all, and when it’s someone like Ninel Kurgapkina, this work becomes a pride and a tremendous responsibility for yourself. Well, that’s how I usually feel.
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☞ “Ninel Kurgapkina”, obituario por Elna Matamoros, Por la Danza, nº 84 · otoño 2008, p.83.
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